lunes, 8 de enero de 2007

Si los futuristas rusos hubieran sido carpinteros


Como se hace mobiliario y otros objetos de madera



Por Vladimir Maiakovski







Yo debo escribir sobre este tema.
En diferentes polémicas madereriles, en conversaciones con los jóvenes de diferentes asociaciones que agrupan a los productores de muebles y afines (R.A.P., T.A.P., P.O.P., R.O.C.K y otras), a menudo tuve que romper lanzas contra los viejos carpinteros, o al menos algunas sillas (no siempre tengo lanzas a mano). Ante estas agresiones los vendedores de antigüedades se ocultaban detrás de los monumentales trastos clásicos que llevaban a las reuniones con la intención de convertir aquello en una feria.

Gracias a esto, quebrando los viejos monumentos-escudo a los golpes, hemos logrado mostrar un nuevo aspecto de estas obras: su estructura interior.
A los niños les interesa lo que llevan por dentro los animales de madera (orgullo de la vieja carpintería). Le interesan sobre todo los que están en los carruseles (también llamados "tiovivos", aunque por lo general se usen animales muertos). Prefiero tallar para tales atracciones mecánicas autitos de carrera, pequeños biplanos y locomotoras; como una manera de lanzar hacia el futuro a las jóvenes mentes. Además, siendo adultos, ¿para qué nos sirve un caballo hueco a no ser que sea gigante y deseemos atacar por sorpresa una ciudad? No hay por qué pelear con la carpintería del pasado, que se afanaba en crear estos mamíferos sin mamas y sin demasiada utilidad. Somos sus mejores herederos. Con una buena política de reciclaje nos servirá de material para nuestros trabajos; o, en su defecto, para encender la estufa.
Sobre este tema se ha dicho y escrito mucho. Luego de las bulliciosas trifulcas que suelen suceder en las reuniones, siempre se oyen algunas voces maliciosas que dicen: "Ustedes sólo destruyen y no construyen nada. Los muebles viejos son malos, pero los nuevos ¿donde están?" Los muchachos les responden "¡Aquí están, aquí están, que los vengan a buscar!".

Ustedes tienen derecho a exigir de los carpinteros que no se lleven los secretos a la tumba, o que dejen el panteón abierto.
El ochenta por ciento de los muebles que se ven en las mueblerías son creaciones faltas de gracia y originalidad. Un comerciante que quiera hacer justicia debería decirle a tales carpinteros: "Sus juegos de dormitorio son muy correctos. La cama tiene cuatro patas. El placard tiene cajones bien alineados, rectangulares, con dos capas de barniz. La terminación no tiene grandes defectos. Como es lo mismo de siempre, le pagaremos como trabajo de peón de aserradero, tome treinta rublos por cuerpo y váyase a freír rábanos."

La revolución hizo que las camas de altos respaldos dorados, las mesas de comedor para veinte personas, y todo aquello con excesivo adorno y lujo, no tengan aceptación en el mercado.
¿Cómo hacer a la carpintería útil para la revolución?
¿Habrá que dejar a un lado la revolución en su nombre?
No, debemos crear una nueva forma de hacer muebles, para que sirva de ayuda máxima a nuestra clase social.
Es poco decir "no te duermas, clase infatigable"; debemos hacer camas más incomodas, más chicas, lo menos ergonómicas posibles. Es poco desplegarse en marchas. Debemos fabricar bates de béisbol, palos con clavos en la punta, hondas, etc. y ponerlas en mano de los obreros insurrectos.
La vieja carpintería jamás cumpliría con tales encargos, los hubiera considerado demasiado rústicos o de bajo nivel. Los viejos planos para hacer muebles son demasiado convencionales, muchos ángulos rectos, simetría, todo en número par, terminaciones redondeadas y amables...
La novedad es obligatoria para toda obra. Jamás utilizo el metro para mis obras, las hago de cualquier medida. Tampoco uso el nivel, ni la escuadra. Ángulos agresivos, terminaciones rusticas, astillas para que llamen la atención... También utilizo comúnmente la estructura escalonada para hacer las cajoneras. No resultan demasiado prácticos, pero su forma inesperada crea la reacción buscada en el usuario.

Preguntarán: ¿cuáles son los elementos necesarios para comenzar el trabajo?

- Primero: La existencia de tareas determinadas en la sociedad cuya resolución es posible solo usando las artes del carpintero.
- Segundo: El conocimiento preciso de los deseos del cliente.
- Tercero: El material. La madera, la acumulación de ella en los depósitos del carpintero. Roble, cedro, pino, etcétera. También otros materiales, así como la pintura, el barniz, los clavos, etcétera.
- Cuarto: Tener montada la empresa y los elementos de producción. Un martillo, un crayón para marcar, una sierra de mano, una sierra circular de mesa, un mameluco. Un carro (preferiblemente un camión que haga mucho ruido) para llevar las piezas terminadas a la mueblería, un tablero para las herramientas, un torno, etcétera.
- Quinto: Hábito y métodos para elaborar los muebles. Técnicas de encuadre, pulido, tallado, pintado, etcétera.

Por ejemplo: el encargo social directo es hacer literas para las barracas de los solados rojos que van al frente de Petrogrado. Eventualmente tendremos que hacer también algunos ataúdes. El objetivo es que estén frescos para poder aniquilar al general Yudenich; el material, madera barata, sacada de las propias casas de los soldados. Los medios de producción un serrucho, un martillo y una lijadora. El diseño, un metro noventa de largo, ochenta centímetros de ancho; agrupadas de a dos, una sobre la otra separadas por ochenta centímetros.

Más abajo trataré de demostrar el desarrollo de un trabajo concreto. Una de mis últimas obras, me refiero al ataúd hecho para Sergei Esénin.
Después de verlo en el velorio la gente se abrazaba en los pasillos, comentando su diseño unos con admiración y otros enfurecidos.
¿Cómo he trabajado en esta pieza?
A Esénin lo conocí hace mucho, hace unos diez o doce años. La primera vez que lo vi, estaba haciendo muebles con mimbre trenzado. Las pocas herramientas que usaba, eran de lo más básicas y rústicas. Conociendo muy bien el placer que experimenta un campesino en cambiar el serrucho por la motosierra, al ver a Esénin equipado de esa manera no le tuve confianza. Le pregunté:
- ¿Y eso, qué es?
- Y..., nosotros somos campesinos... -respondió Esénin- No entendemos esas herramientas de la ciudad... Y..., nos la arreglaremos de alguna manera... Como antes... A lo nuestro...
Su mobiliario, muy aldeano, y de grandes méritos, eran para nosotros los futuristas, evidentemente, enemistoso.
Al irme le dije:
- Le apuesto que abandonará pronto el mimbre y esas herramientas manuales.
Esénin replicó resistiéndose con ardor de convencido, o más bien ardor de quien se quema un dedo mientras usa fuego para darle terminación a las puntas del mimbre. Klúiev lo tomó de un brazo y se lo llevó a la enfermería.
Más tarde lo encontré a Esénin, después de la revolución, en el taller de Gorki; el qué, influenciado por su pasado como ayudante de panadero, estaba trabajando en un sillón hecho a base de panes viejos, decorado con chicharrones y pintado con huevo. Si pudiera superar el problema de la putrefacción, sería un excelente trabajo. Le dije a Esénin bruscamente:
- ¡Esénin, le gané la apuesta! ¡Usted abandonó el mimbre!
Esénin se enojó y se fue masticando una media luna rellena de jamón y queso.
Con frecuencia solía pelearme con Esénin. Una vez, muy enojado, me tiró un martillo por la cabeza al grito de "yo soy bolchevique". De haber sido jardinero en vez de carpintero, me hubiera arrojado con una hoz y yo no contaría el cuento.
Por desgracia, en este período era más fácil encontrarlo en la crónica policial de los diarios que en las revistas de decoración. Rápidamente se fue borrando del mundo de los sanos, de los artistas de la madera. Hablaba con cierta envidia de todos los carpinteros vinculados orgánicamente a la revolución, a su clase dirigente y que veían el gran camino optimista del futuro, lleno de contratos de obra.
Mi último encuentro con él me causo una impresión terrible y penosa. Estaba con la cara hinchada, la corbata a medio hacer y sucio de aserrín. Él y sus dos acompañantes despedían un penetrante olor a barniz y disolvente (no era ningún secreto su adicción a estas dos sustancias que a tantos buenos carpinteros se han llevado). Me costo mucho reconocerlo. Rechacé con habilidad su invitación urgente para acompañarlos a la ferretería a comprar provisiones; además de rechazar la bolsita con cemento de contacto que me ofrecía.
Su fin me afligió, sencillamente, humanamente. Me entere de la noticia de noche. Mi aflicción posiblemente hubiera continuado hasta ir calmándose, pero a la mañana siguiente los diarios publicaron las fotos de su trabajo póstumo: estacas para cometer suicidio.
Después de esto, la muerte de Esénin tomó importancia nacional. Era evidente que estas estacas harían vacilar a muchos y los podría conducir al suicidio.
Por esta razón, los carpinteros de la U.R.S.S. recibieron el encargo social de construir piezas para combatir las obras de Esénin. El encargo era excepcional, importantísimo y urgente, pues las estacas de Esénin comenzaban a obrar rápido y con puntería (venían con un manual incluido de cómo clavársela uno mismo en el corazón sin fallar). El encargo lo recogieron muchos, pero, ¿cómo construir, qué construir?
Algunos de sus amigos diseñaron nuevas estacas, sin punta, que solo se podían clavar en la arena o la tierra blanda. Tenían la intención de convencer a los jóvenes de que ese era el uso correcto de las estacas, no clavarlas en uno mismo. Otros construyeron corazas que deberían ser llevadas obligatoriamente por todo menor de 25 años y por los adictos al lustramueble. Pero, como no se aprobó la obligatoriedad y resultaron ser tan incomodas, nadie se las quiso poner.
Los enemigos de Esénin, en cambió, trataron de deshacerse del cuerpo del difunto, solo por el hecho de haberse suicidado. Creo que fue Yarov quien construyo una catapulta para hacer desaparecer al finado... ¡Que mal gusto!, porque ¿quién sabe donde caería? La propuesta fue tirarlo para el lado de Alemania.
Pues bien: ¿Cómo y de que manera se debe construir sobre Esénin? Observando su muerte desde varios planos y revisando el material existente, me formulé la tarea planteándola de esta manera:
El objetivo conceptual debe ser paralizar la acción de las últimas estacas de Esénin, hacer que sus obras finales y el final de su vida resulte de poco interés.
Me decidí a construirle un ataúd. Debía ser algo no demasiado respetuoso, sin llegar a ser agraviante. Todas las estacas que fueran encontradas, deberían ser enterradas con el cuerpo de Esénin.
El material a usar para construirlo, madera de palo borracho. Así todos recordarían que el codo de Esénin se levantaba más para empinar el vaso que para usar el martillo. La terminación muy bien acabada, lo pulí hasta el cansancio, y lo pinté de color verde, verde esperanza. Inspirador... ¿verdad?
El velorio resolví que fuera con la tapa del ataúd abierta. Di ordenes de que no maquillaran al difunto. Hice esto para que los jóvenes vieran que por más que "vivir no sea nada novedoso", uno luce mejor que muerto. Este fue el mensaje más importante de la obra.

Es evidente que yo simplifico con deliberada exageración, esquematizando y sometiendo todo a una selección cerebral (sí, para eso hay que ser muy inteligente) en reemplazo de la complejidad de todo el trabajo del artesano de la madera.

Nosotros, los del L.E.F.T. (Laburadores Efusivos Futuristas del Tronco), jamás decimos que somos los únicos dueños de los secretos de la carpintería, pero sí somos los únicos que deseamos descubrir esos secretos, los únicos que queremos llegar al de fondo del asunto. Somos las termitas del arte carpintero.

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